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sábado, 29 de noviembre de 2014

¡Quisiera tener alas!” ha sido, probablemente, el pensamiento de quienes en su afán de emular a los pájaros han ideado cualquier cantidad
de artilugios que les permitan surcar
los cielos o, por lo menos, aproximarse
a tal hazaña. Sería esta la razón por
la que Leonardo Da Vinci se empecinó
en estudiar durante tanto tiempo la posibilidad de que un hombre ataviado con “unas alas grandes y debidamente sujetas al cuerpo” pudiera alzar vuelo. Porque cuando de querer volar se trata,
el límite sólo lo pone la imaginación y la audacia de cada quien.

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