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martes, 26 de noviembre de 2013

Habilidad emocional

Desde la educación, tanto reglada como no académica, se nos ha motivado para que saquemos el máximo partido a nuestros recursos intelectuales. Nadie discute la necesidad de adquirir conocimientos técnicos y culturales para prepararnos (y reciclarnos) para la vida profesional pero, en una equivocada estrategia de prioridades, olvidamos a veces la importancia de educarnos para la vida emocional.
Aprender a vivir es aprender a observar, absorber, analizar y utilizar el saber que vamos acumulando con el paso del tiempo. Pero convertirnos en personas maduras, equilibradas, responsables -y, por qué no decirlo, felices en la medida de lo posible- nos exige también distinguir, describir y atender los sentimientos.
Sólo cuando conectamos con nuestros sentimientos, los atendemos y jerarquizamos, somos capaces de empatizar con los sentimientos y circunstancias de los demás.  


No es más inteligente quien obtiene mejores calificaciones en sus estudios sino quien pone en práctica habilidades que le ayudan a vivir en armonía consigo mismo y con su entorno.

La gente más feliz, no son quienes tienen el mejor expediente académico, ni el mejor trabajo, sino los que han sabido exprimir sus habilidades y aplicar bien su inteligencia emocional.